Vivimos en un Macondo

Leer es un placer y hacerlo bien proporciona una doble satisfacción. Pero se sabe que con los libros gozamos de un acceso limitado. Entrar a una librería es a veces frustrante, no por cuestiones económicas, sino más bien por la cantidad de tiempo que se necesita para leer un sinfín de títulos, géneros, autores y tramas e incluso cubiertas que nos llaman la atención. No nos alcanzaría una vida.

Como producto de esa restricción temporal surge la frustración. No digamos la angustia, el miedo, la tristeza y al final la aceptación de que no se tendrá tiempo para tanta historia que nos seduce e incita a la aventura sin necesidad de viajar. La carrera contra el tiempo se acelera y se introduce en nuestros hábitos de lectores.

Cualquier estrategia que se adopte para maximizar el tiempo que tenemos para leer es válida. Cada quién tiene una receta o quizás ni se haya puesto a pensar en una. Pero recibir consejos quizás sea una opción. Reduce la enorme lista de libros que nos interesa a recomendaciones de otros que ya leyeron este u otro libro. Esos consejeros descartan o enaltecen esos u otros títulos por nosotros.

Quizás la vía sea algo delicada y salvaje, porque requiere de habilidades extra sensoriales para elegir a quiénes nos van a recomendar. Aquí parto de Louis Aragon para delimitar o determinar qué libros aceptar como sugerencia y qué libros desechar de una vez por todas. Especialmente cuando afirma que “Un libro no se escribe de una vez por todas. Cuando es verdaderamente un buen libro, la historia de los hombres viene a añadirle su propia pasión.”

Cien años de soledad es uno de esos libros que tiene una historia extra de propia pasión y dejó las letras en el alma de Luis Díaz Aldana. Quizás porque sea una de las mejores obras del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

– “¡Vivimos en un Macondo!” Me respondió cuando le pedí la sugerencia de un libro que le haya cambiado su vida.

La respuesta a pesar de corta fue concreta y muy clara. Sus motivos son obvios. Para su imaginación vivir en Guatemala es como vivir en Macondo. Con sus obras quiso desviarnos un poco de ese destino. Nos quiso desviar de la soledad y el aislamiento de la modernidad.

No sólo construyó la Biblioteca Central de la Universidad de San Carlos de Guatemala. También el Campus Central de la Tricentenaria. Así como el Campus de La Universidad Rafael Landívar. La visión arquitectónica de José Luis Díaz Aldana también reside en el edificio del Infom, la Plaza del Sol, el Edificio Médico Obelisco, el Edificio del Banco Industrial, e incluso entre árboles, el Club Campestre la Montaña. Un sinfín de retablos, de pinturas, de obras que participaron en certámenes están cubiertas no sólo de la visión de un hombre, sino también de las letras de un libro que ha dejado marca en la historia de la humanidad.


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Una respuesta a «Vivimos en un Macondo»

  1. Avatar de alexxx007
    alexxx007

    me gusto el post desde el principio al fin