Llevaba semanas esperando que llegara la fecha, pero la verdadera emoción, aunque parezca exagerado, llegó cuando pude contemplar el programa de actividades de la IX Feria Internacional del Libro. Desilusión. Parece que la creatividad no alcanza y muchas de las actividades giran sobre los mismos temas. Es literatura, es imaginación, es creatividad, pero me da la sensación de que algo falta.
Con un amigo conversábamos de lo que podría ofrecer la feria éste año. Insistía que se vería lo mismo y yo estuve de acuerdo con él: cantidades de libros, los mismos que se consiguen durante todo el año y al mismo precio, porque las ofertas, novedades y promociones vaya que escasean, eso sí, se cuenta con la comodidad de que todos estén condensados en un mismo lugar por lo que a su costo hay que agregar el del parqueo y el de la entrada. Pero, objeté en la charla, aparte de los libros hay más: es el ambiente, las actividades, quizá encontrar a algún conocido o ir en conjunto con otros amigos de las letras; es conocer a algún escritor o participar en la presentación de un nuevo libro; es todo ese ambiente literario que tanto me atrae y por lo que sé que seguiré asistiendo a esa feria.
Así pues, decidí que un día antes de que culminara, asistiría. Una de las editoriales había organizado firma de libros de distintos autores y yo, que no había asistido a una, quise ir. Llegué a eso de las 16:45 porque la actividad estaba programada para las 17:00. Fui directo a comprar el libro que ya había elegido, pregunté si todo estaba según lo planeado y me dijeron que sí, pero que mejor diera una vuelta por el lugar, porque la escritora, Carol Zardetto, estaría toda una hora ahí para las firmas. No muy convencido y sospechando algo irregular, paseé por el lugar. Compré otro libro y regresé. Nada, el asiento asignado para la escritora seguía vacío. Hice otro recorrido, compré dos libros más y volví. No podía creer mi mal tino, ¿tendría la fortuna de asistir a la única firma de libros en donde el escritor no se presentara? Seguí recorriendo el lugar, ahora por los pasillos que casi siempre están vacíos, los de embajadas y de libros que a nadie parecen interesar. Ésta vez ya no compré nada y, necio, regresé al lugar. Ya estaba ahí, tenía un periódico en la mano y su rostro no reflejaba agitación ni ningún tipo de contrariedad. Para entonces eran las 17:50, casi una hora de atraso.
Saqué mi libro, me acerqué y le pregunté si podía firmarlo. “Con mucho gusto, ¿Cuál es su nombre?” fueron sus palabras y, luego de firmarlo, me lo entregó diciendo “Espero que le guste” y volvió a su periódico.
Antes de eso no conocía a Carol Zardetto, y ahora tampoco puedo decir que la conozco muy en serio. No puedo saber cuál fue la causa de su aparición tan tarde, no sabré si fue descuido, irresponsabilidad para con sus lectores, si la actividad le pareció de poca valía o si tuvo algún contratiempo importante. Lo ignoro. Lo cierto es que mi verdadera motivación para ir a la firma es que quería saber cómo era aquello y, lo reconozco, imaginarme del otro lado de la pequeña mesa firmando un libro, pensando que al menos una, siquiera una persona, estuviese interesada en leer lo que yo escribí y, más aún, compartir un minuto de su tiempo conmigo. Quería ver su mirada y la sonrisa que supuse habría en su rostro, porque yo me imagino a mí mismo con ojos de ilusión y una sonrisa imposible de borrar. Quería ver cómo hacía para volverse accesible al visitante, porque yo querría que quien llegara tuviera la oportunidad de intercambiar algunas palabras conmigo, pero no lo hizo. Quizá en otra ocasión lo vea. Me quedé con la inquietud de preguntarle por qué había escogido el Tarot como base para sus historias, si por accidente, por creencia, porque un día solo la idea apareció o porque luego se dio cuenta que encajaba. Será difícil que llegue a saberlo.
Al final pienso si el gusto por la literatura es algo que se llega a terminar; si llega un momento en que no es más que una actividad que se realiza porque sí; si llega el punto en el que leer o escribir se convierte en nada más que algo a lo que uno se acostumbró y se pierde la ilusión. O si por el contrario es posible mantener el gusto y la pasión por aquello que ahora disfruto tanto.
Por último me quedó una pregunta en la mente: ¿Será preferible, en ocasiones, quedarse solo con el libro y olvidarse del autor?
Saludos
Comentarios
4 respuestas a «¿Terminará?»
Por experiencia personal, y afición por preguntar, te diría que te hizo falta intentar con las preguntas. Erróneamente asumimos que la otra persona conoce las preguntas que tenemos por hacer, lo que queremos saber, y se nos olvida que son dos perspectivas diferentes, con intereses diferentes. Si querías una atención especial, o algún tipo de respuesta, tendrías que haber preguntado por ella. En esos momentos difícilmente te ofreceran un menú para que elijas qué deseas, al contrario, es más parecido a ir a la cocina y averiguar qué puedes conseguir, todo dependiendo de la historia que quieras obtener.
Quedarse con el libro y olvidarse del autor se está convirtiendo en una de esas discusiones recurrentes, la he discutido dos veces. Para mi es importante quedarse con ambos, aunque por supuesto a veces nos olvidemos del autor por cuestiones prácticas, esté olvido no debería ser por indiferencia, ya que el arte existe por y para las personas, dejarlas a estás a un lado (o intentar separarlos) es menospreciar la circunstancia que los llevo hasta dónde están, incluso a su existencia, en el caso del libro.
Entiendo lo que decís, las cosas para que pasen hay que provocarlas, pero en realidad no tenía mucho interés por la respuesta, ni buscaba alguna atención especial… mi verdadera intención era observar el comportamiento, ver la forma de referirse al interesado, cómo poder mostrarse abierto al lector. Dicho de otra forma… aprender.
¿Se puede apreciar/valorar un cuadro de Claude Monet (lo menciono a él por preferencia personal) sin conocer nada de su vida o los motivos por los que realizó la pintura? No rehusaría a la oportunidad de conocer el detrás de la obra, solo cuestiono si necesariamente agrega valor, o a veces le resta.
Saludos
Supone que tiene 100 «admiradores»… ¿imaginas entrevistar 100 admiradores?
La respuesta a eso depende lo que estes buscando en el arte, a un pintor bastaría ver la técnica pero a un historiador le importaria el momento historico. Mi respuesta, de que ambos importan, la doy desde la postura de observar el arte de una «forma integral». Porque está bien solo ver la obra de arte, pero me interesa saber por qué se pinto, en qué época, contra quién se estaba revelando el artista, o a quién le mostraba sumisión. El arte es el medio en que el artista —una persona— se expresa, de modo que podría quedarme solo con lo material, el lienzo o la técnica, quizá el tema, pero es mucho más valioso para mi —a nivel personal— entender el contexto y circunstancias, buscar el fin que el artista perseguía.
Es curioso por parte de la autora, con su actitud fría y simple, pienso que debiera de desbordarse en atención y saber compartir sus logros, esto para conocerla mas y que el lector adquiera mayor conocimiento, tiene lógica algunos comentarios de iván, pero no del todo, si la autora ve que no hay una pregunta, ella con su experiencia debiera de provocar aunque sea una pequeña conversación sobre sus obras y las de otros autores y enseñar lo bueno que trae la lectura, «el alumno aprende del maestro» sería bueno tratar de averiguar su correo o si se puede ingresar a su pagina de facebook, para que le hicieras llegar tu artículo que la verdad está bastante interesante. éxitos.