Hay una película a la que le tengo mucho afecto y sí, es un intento de no decir que me gusta, porque no es sino una creación de lo mas cliché —cualquiera pensaría que de Disney pero es de Warner—. La película se estrenó ya en el lejano 1994 —casi veinte años atrás ¡si pasará el tiempo!—, por lo que adivino que muchos de acá ni siquiera habrán escuchado de ella.
En la película los protagonistas, Rick Moranis (Danny O´Shea) y Ed O´Neill (Kevin O’Shea), son un par de hermanos de un pequeño pueblo de los Estados Unidos. El primero, dueño de una gasolinera, vive a la sombra de su hermano quien llegó a ser una gran estrella de Futbol Americano, quien a su vez vive a la sombra de su pasado.
Kevin se considera el único capacitado para dirigir al equipo infantil del pueblo y su hermano considera que él también puede hacer un buen trabajo con los chicos, por lo que se planifica un partido entre dos escuadras para definir al equipo oficial —ningún pueblo puede tener dos equipos que le representen—. Imaginan bien, del lado de Kevin quedan los buenos jugadores, los atléticos, las promesas del futuro, y del lado de Danny los loosers —los que sueltan la pelota, los que corren sin ritmo, el nerd, los pasados de peso y los asmáticos. Mencioné que era cliché, ¿cierto? .
Hacia el final de la película se da el enfrentamiento entre los dos equipos y, en efecto, al medio tiempo los Cowboys (el equipo de los buenos jugadores) van dando una paliza a los Giants. En el intermedio, en los vestidores, Danny se suelta un discurso en donde empieza a contar de la única vez que ganó a su hermano en las carreras de bicicleta que siempre realizaban. Una única vez que supo lo que era ganar y lo mucho que lo disfrutó y lo recuerda. Los niños, impulsados por las palabras de su entrenador, comienzan a compartir de las únicas veces que lograron algo, hasta que uno de ellos dice que no es gran cosa ganar una vez, que eso no los hace buenos jugadores de futbol, a lo que Danny añade:
“¿Quién dice que tienen que ser buenos jugadores? Ustedes juegan futbol porque quieren, juegan porque es divertido. Juegan para salir al campo y pretender que son Joe Montana lanzando un pase para touchdown o que son Emmitt Smith haciendo una larga carrera. E incluso si los Cowboys, ahí afuera, son mejores que ustedes, incluso si los vencen noventa y nueve veces de cien, todavía queda una oportunidad de ganar.”
Aquel discurso lo he tenido siempre presente —incluso lo he comentado en alguna reunión con los lectores—. Hay algunas cosas con las que uno solo juega y uno solo pretende, lo que es válido. Hay otras por el contrario que deben ser tomadas muy en serio.
Leí un artículo que va de Stephen King y una carta que escribió para él mismo a sus dieciséis años –Algo que hicieron varias personalidades y con las cuales crearon el libro: “Dear Me: A Letter to My 16-Year-Old-Self”.
La carta de Stephen dice:
Querido yo,
Te escribo desde el año 2010, al alcanzar la totalmente ridícula edad de 62, para darte un consejo. Es simple, tan sólo cinco palabras: mantente alejado de las drogas. Tienes mucho talento, vas a hacer feliz a mucha gente con tus historias, pero también eres (triste pero cierto) un yonqui en ciernes. Si no haces caso de esta carta y cambias el futuro, al menos diez años de tu vida (de los 30 a los 40) van a ser una especie de oscuro eclipse en el que decepcionarás a un montón de gente y no podrás disfrutar de tu propio éxito. También estarás cerca de la muerte en varias ocasiones. Hazte un favor a ti mismo y disfruta de una vida más productiva. Recuerda: al igual que el amor, la resistencia a las tentaciones hace al corazón crecer fuerte.
Permanece limpio.
Con mis mejores deseos,
Stephen King
Algo con lo que no se puede pretender es con la vida —se puede jugar a ratos, pero no jugar la vida misma—. No se puede uno levantar de la cama y afrontar la existencia pretendiendo que se es alguien más, o algo que no se es.
Es cierto que la lectura es divertida, pero es más que eso: es un alimento, si no vital, sí muy importante para las decisiones que continuaremos tomando mientras estemos en la tierra. Habrá quien juega a ser lector y hay quien se lo toma en serio. Yo me sigo preguntando ¿Por qué excluir una cosa de la otra? Si tan divertido es leer algo que no aporta nada como algo que siembra en uno para cosechar después —a veces de inmediato—. Sería cosa de tratar de escoger mejor las lecturas.
No tendremos la oportunidad de que nuestro yo de los dieciséis lea algo que le escribamos a los sesenta y dos —y seamos francos, tampoco leería algo que le escribiéramos ahora—. Pero pienso si en algún momento llegaré a escribirme advirtiendo que prestara más atención a mi inversión de tiempo y a las lecturas que seleccioné.
Lo cierto es que hay libertad, incluso de cuestionarse sobre lo que nos escribiríamos o no. Por mi parte nos deseo a todos las mejores decisiones.
Saludos
PS. El final de la película no es necesario que lo relate, ¿cierto?
Comentarios
2 respuestas a «Pretender»
Saludos Omar. Buen articulo. ¿»Desafio de Gigantes» es el nombre de la pelicula. ?
Gracias Juan… fijate que se llama «Pequeños Gigantes». Te dejo el trailer http://www.youtube.com/watch?v=Oo3k1wVPARc