Pensé que sería una noche larga y en extremo fría, pero lo cierto es que dormí bastante relajado —seguro que el cansancio que llevaba a cuestas contribuyó— y no padecí frío hasta que desperté muy temprano y con ese dese inmenso de no separarme de las sábanas. Cuando la rutina de los cinco minutos más, después de los cinco minutos previos terminó, y ya afligido por la hora, me levanté. Me arreglé rabiando por no llevar el saco que tenía planeado usar y me dirigí a buscar el lugar del evento. Ya en el auto me dispuse a seguir las “sencillas” instrucciones que me dieron para llegar. Sostengo que las construcciones y sus colores se ven muy distintos de noche a como se ven al amanecer, porque me cuesta aceptar que soy muy malo para ubicarme. Cierto es que termino llegando a los sitios pero no me pidan que repita la ruta que usé para lograrlo.
Doblé a la izquierda por donde creí que me habían indicado que era el camino y fui a topar con una bajada ridículamente empinada y agrietada que me hizo retroceder, pues no consideré prudente arriesgarme con el ángulo de la calle y los frenos de mi auto. Dar la vuelta en las estrecha avenida fue toda una odisea. Finalmente lo logré, avancé a la esquina y viré de nuevo a la izquierda, sólo para toparme con las luces de un auto que protestaba o me advertía —no logré deducirlo a la distancia— por ir en contra de la vía. Cuando pasó a la par pedí disculpas con una sonrisa con la que quise decir “perdone mi torpeza, no soy de aquí”, pero seguro que no me entendieron. A los demás autos los ignoré con actitud de que no hacía nada indebido. Volví a virar a la izquierda para encontrarme con otra bajada muy empinada también, pero un poco menos. La recorrí y cuando llegué hasta abajo identifiqué mi destino. Entré por un camino distinto al que me habían indicado, pero ya estaba allí.
El lugar estaba desértico. Dos o tres personas caminaban por aquel callejón de paredes blancas a los costados, una decorosa fuente al medio y que tenía de fondo, a la distancia, un cerro imponente llamado El Baúl. Al ver la hora solo pude pensar que quizá me había equivocado de lugar, de hora, de fecha o de los tres.
Cuando estaba por escribir éstas líneas pensaba en los muchos finales de películas en donde uno, sobre todo si ve acompañado, suele decir: “Ni color que va a haber continuación” porque ya se sabe que de la historia quedaron cosas inconclusas o por contar. Peor aún en casos con más descaro: como cuando al final de la producción de Christoper Nolan, se encuentran James Gordon y Batman para tener una interesante charla en donde el primero le muestra la carta del Joker al superhéroe. Lo comento porque para algunos, con los que tengo algún contacto, ha de ser obvio que hablaría en ésta ocasión de mi experiencia en TEDxElBaúl.
Fui invitado a hablar durante dieciocho minutos o menos de la experiencia y lo que es Lectores Chapines. Cuando comencé a organizar las ideas para desarrollar el tema, tuve la oportunidad de ver y analizar con calma las cosas que se han hecho. Hablé de cómo inició la idea; de cómo pasamos de reuniones virtuales a reuniones físicas y la característica del grupo de carecer de reglas y de que se mueve por ideas, inquietudes y la voluntad de los integrantes; hablé de proyectos como el libro del mes, el reto de cincuenta y veinticinco libros, de las columnas, de los invitados que hemos tenido, del Viaje del Escritor. Volteo a ver lo que se ha conseguido durante éstos años, las interesantes personas que he conocido, el entusiasmo que ha acompañado ésta idea y no puedo menos que sonreír y alegrarme de que exista gente como la que ha pasado por éste lugar.
La charla se llamó: “Leer entre amigos” y quise transmitir el placer, no solo de la lectura, sino del que brinda la experiencia de leer acompañado por gente como ustedes. La riqueza que existe en las discusiones, el valor de una recomendación o el simple gusto de conocerles.
Al final del evento se acercaron algunas personas a felicitarme por el grupo y yo me dije que esa felicitación no tenía que ser para mí sino para ustedes, para los que contribuyen y forma parte de todo esto, para todos quienes somos, de una forma u otra, los “Lectores Chapines”.
Cierro éste texto celebrando, con unos días de anticipación, los cuatro años que Lectores Chapines está por cumplir. ¡Un brindis por el grupo y que vengan muchos más!
Saludos
Comentarios
Una respuesta a «Leer entre amigos»
¡Larga vida a Lectores Chapines!