A pesar de sus aptitudes literarias y destacar en el violonchelo, decidió no continuar sus estudios en la universidad ni estudiar música, contrariando los deseos de su padre y madre, respectivamente. Ávido de aventuras, participo en ambas guerras mundiales: en la primera como conductor de ambulancia, en donde casi pierde una pierna de no ser por una enfermera de quien se enamoró, para luego desesperar en una inútil espera para casarse con ella; en la segunda como periodista, llegando a forma parte del desembarco de Normandía.
Sus primeros trabajos literarios pasan desapercibidos, pero aquel llegaría a recibir un Pulitzer y el Nobel de literatura.
Amante de los toros y de la caza, atraído por el boxeo, obsesionado por las mujeres y por representar su papel de macho —aunque se dice de él que fue homofóbico, consecuencia de su miedo a la posibilidad de ser homosexual—, se abrazó al alcohol, haciendo de dos litros de ron, en una sola tarde, parte de su dieta.
Un coctel de enfermedades lo arrinconan al suicidio, disparándose con una escopeta cuando tenía 61 años de edad, aunque quizá fuera un accidente: la falta de una nota de despedida de alguien tan prolijo para las letras abre tal posibilidad.
A Don Ernesto, como le llegaron a llamar con cariño en Cuba, se le recuerda por sus varias novelas y relatos, en donde destacan “Adiós a las armas” y “El viejo y el mar” —que llegó al cine en 1958—, entre muchos otros escritos.
Repasando algunos datos de la vida de Ernest Hemingway, luego de encontrarlo en una lista de escritores a quienes se relacionan con el alcohol, pensaba si la literatura es una profesión que, entre muchas otras cosas, suele ser benevolente con sus representantes. Cierto es que cualquiera puede llevar una vida desordenada y abandonarse a vicios y despilfarros, pero pareciera que el escritor queda justificado por ser eso mismo: un escritor. Existe esa idea de que es una fórmula eficaz para lograr escritos que trasciendan.
Cuando se menciona el nombre de Hemingway es difícil que alguien se refiera a él como “el escritor borracho”, se le recuerda como el ganador del Nobel, el escritor que decidió adoptar un poco de Cuba, o simplemente como un gran escritor. ¿Acaso así se debería evaluar el trabajo de todos? ¿por el producto del esfuerzo y no por la vida que se lleva?
Una de sus recordadas frases dice:
“Si no puedo existir a mi manera, entonces, la existencia es imposible”
Me hubiese gustado saber cómo encontró su manera de vivir: si fue un capricho, si tenía motivos claros y de valor propio para comportarse como lo hacía o si solo se dejaba llevar.
Me quedo con varias preguntas, entre ellas: ¿Importa el autor de un libro o solo el texto que crea? ¿Importa cada vez menos el autor?
Saludos
Comentarios
Una respuesta a «El Autor»
Pienso que cuando el autor es muy bueno, sus obras serán siempre reconocidas, por lo tanto los dos serán siempre importantes.