Viktor se ha puesto la mejor pinta que pudo, cuyo resultado valdría destacar dadas las circunstancias en las que vive últimamente. Amelia lleva un vestido negro muy elegante al que no le cuesta sacarle provecho para lucirse. Caminan juntos por un pasillo, el va emocionado, ella parece intrigada o desconcertada, por no saber hacia dónde se dirigen para compartir la cena.
Para mí ha sido un largo día de vacaciones, de esos que poco tienen de descanso. Me encuentro recostado en el sofá de la sala familiar practicando una de las actividades más populares de la civilización moderna: zapeando, y no me detengo si no hasta que encuentro “La Terminal”, esa película del 2004 que, no exagero, habré visto unas nueve veces. No hay décimo malo, pienso, y me quedo disfrutando las mismas escenas que casi conozco de memoria.
El humor es sencillo y apela mucho a un Viktor Navorski que en su desconocimiento del lugar, costumbres e incluso idioma, pareciera tonto y el romance no es particularmente emotivo. Pero en cambio la cinta da para discutir o analizar, entre otras cosas, lo que para mí es el absurdo de las fronteras y la forma de “evitar” las amenazas; también sobre las políticas de trato al ser humano en tiempo de guerra; o del valor de una promesa y el sentido de cumplirla, por absurda que sea. La película es un cúmulo de crítica y publicidad.
Al sentarse a la mesa Amelia le pregunta a Viktor si sabe que los Croissants fueron inventados en Rumania, Navorski niega y le pide que le cuenta. Entonces Amelia inicia comentando que es el año de 1742 y los turcos invaden Bucarest haciendo un sorpresivo ataque por la noche. Va a mencionar algo de los panaderos cuando es interrumpida por el sonido de su bíper. Amelia no llega a concluir la anécdota, después de todo, asegura, nadie se interesa por ese tipo de cosas.
Se equivoca. Conozco a algunos cuantos, casi todos lectores, a quienes nos resulta intrigante —me incluyo entre ellos—. Queremos conocer qué pasó con los panaderos rumanos, y sabemos que Spielberg no hizo la escena por gusto, algo nos quiso decir, porque así son las historias (las buenas). De esa forma nos enganchamos a los libros. Así de escudriñadores somos, nos cuesta dejar un detalle inconcluso y por eso nos costaría dejar el hábito de la lectura. Aprendimos que detrás de las historias hay motivos, perspectivas, detalles, enseñanzas. Vamos aprendiendo a ser más inquisitivos. Y entendemos que habrán cosas que no veremos a la primera leída, quizá tengamos que releer o compartir esa lectura con alguien más para sacar mejor provecho de la narración.
Se dice que allá por el siglo XVII los panaderos, que trabajaban de noche, escucharon a los turcos excavando un túnel para atacarlos y fueron ellos quienes dieron la alarma que les permitió asirse con la victoria. Luego les fue encargado crear un pan especial para festejar la misma. Se hizo en forma de media luna por el emblema de los turcos. Pero la historia se sitúa en Viena.
Resulta que se han creado varias historias alrededor del particular alimento. Incluso se dice que se ha prohibido en algunos lugares islámicos, por la referencia hacia ellos. Lo cierto es que quizá lo único en que se está de acuerdo es en que sus orígenes no son franceses.
La importancia que se le den a estos detalles, lo mucho o poco que uno quiera aprender o conocer, la continuidad del tema por parte de uno mismo después que la historia ha sido contada, son elementos que tienen mucho que ver para que una historia sea más que una agradable experiencia y que vaya más allá de la emoción de un simple: “y vivieron felices para siempre”.
Muchos se quedarán con la bondad de Navorski al ayudar a un desconocido a pasar las medicinas que necesitaba para su padre, otros veremos lo ridículo de llenar un formulario mintiendo, para el mismo fin. Otros verán distintos detalles que seguramente se me han pasado por alto.
¡Qué alegre que existamos personas a las que sí nos interese el origen del croissant!
Por cierto, leí un artículo que decía que la historia del croissant en la película tenía que ver con un comentario común que se realizó luego de la caída de las torres gemelas y que el mismo solo podría ser entendido por la gente que “vivió” aquella experiencia, de ahí que se interrumpa el relato de Amelia y solo haya una referencia al tema. Lamentablemente no dice más. Seguiré buscando al respecto.
Saludos
Comentarios
4 respuestas a «Croissant y libros»
¿Cuántas historias interesantes o datos curiosos se habrán quedado a medias?
Siete =P
Muchas… es inevitable. Quizá de ahí que celebremos las pocas que no dejamos morir.
Creo que te convertiste en un polo todos los que nos fijamos en ese detalle.
Saludos.
Anoche vi la película, yo no sabía de este dato porque en el internet no encuentras absolutamente nada sobre Croisant y los panaderos Rumanos aunque también ai un debate sobre quien fue los primeros en volar los hermanos Wright o el rumano Traían Vuia!!!