He de confesar que desde el primer instante que me enteré que Vania Vargas se estrenaba como escritora de relatos, siendo más conocida como poetisa y con una voz importante que suena dentro de ese extraño universo, se me despertó la intriga y el deseo de leerla. Quien domina el sentimiento y la palabra no puede sino regalarnos un trabajo en el que valga la pena sumergirse, pensé.
Vania no decepciona. Sus relatos son historias que, cómodas, juegan con la ironía y el desencanto y que presentan, de forma aislada, fotografías que duelen. Fotografías de una sociedad en la que uno no quisiera vivir, pero que es la nuestra, esa a la que tantas veces cerramos los ojos.
Tanto la descripción, como el prólogo, y en mi caso, la dedicatoria en el autógrafo de la autora, hacen hincapié en que las historias no están separadas, en que son, juntas, un todo, que al final es visible porque la advertencia nos llevó a ello, lo cual lamento. Descubrirlo por mí mismo hubiese sido una experiencia aún más placentera. La clave está en los números y las pocas palabras que Vania, con genialidad, coloca antes de cada relato, que, sin ahondar en detalles, nos da un panorama completo del escenario en donde la historia se desarrolla y nos deja ver la continuidad a lo largo del libro, a lo largo del dolor o de la desazón.
El prólogo, cabe mencionar, me ha dejado un sabor más bien amargo. Las comparaciones casi siempre son odiosas y su correcto uso requieren tacto y precisión. Encuentro infortunada la comparación del mundo creado por Vania con los relatos de Onetti, porque encuentro que no se le hace justicia a ninguno de los dos y que no era necesario. Compararlos, incluso haciendo referencia a alguno de los relatos del escritor uruguayo, es ponerlos en una competencia superflua. Lo de Onetti era un tributo a la ficción, lo de Vania a la desesperanza.
Si algo tuviese que criticar del trabajo de Vania, es la brevedad. Que, si bien el libro está descrito como uno de relatos cortos, la colección de 19 de ellos alcanzan para regalar una tarde de lectura placentera, y la culpabilidad de consumir todo el texto de un solo y no haber guardado algo para mañana.
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Después del fin
Vania Vargas
Ediciones del Pensativo
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Foto por Peter Miller, publicada bajo licencia Creative Commons by-nc-nd[/afterwords]