La crónica tiene un elemento esencial que puede ser un gran punto a favor o un obstáculo insalvable a la hora de intentar ganar el favor del lector, y no es más que la veracidad de la historia que uno tiene enfrente. Dado que no es posible alterar la realidad o apoyarse en la ficción para dar giros inesperados en el relato, se hace preciso que lo contado sea harto interesante y que la forma de narrarlo, la prosa, sus pausas, sus hincapiés, sean utilizados con maestría.
Enrique Gómez Carrillo, destacado, sobre todo, por sus libros de crónicas (escribió otros géneros), hace un magistral uso de la elegancia en éste libro, como lo hizo siempre, apoyado en la Guatemala de la época, para regalarnos la historia de sus primeros años, iniciando allá por 1,885.
Encontramos en el libro, escrito en 1,917, entre otras cosas: su natural rebeldía, que lejos de condenarle, le favorece; su hambre de mundo, que se deja ver desde aquel primer andar hacia El Salvador, a muy corta edad; sus amores, las convicciones y juicio que de él tiene y que tanto marcaría la idea de belleza, de tan particular visión a lo largo de su trabajo; sus inicios en el mundo laboral; y las discusiones literarias que sostiene en sus inicios, merecedoras de ser resaltadas y analizadas por aparte.
Impresionado por su prosa, concluyo que el único capaz de describir, en justa medida, la simpleza y belleza en los párrafos de las crónicas de Gómez Carrillo, hubiese sido él mismo. No por nada fue reconocido como el Príncipe de los Cronistas. Y adicionar a modo, quizá, de capricho personal, que la nuestra sería una mejor sociedad si la comunicación entre nosotros se diera usando la verborrea y alcurnia del lenguaje de la época, salvando el hecho que quizá no todos tuvieran en boca las palabras que el cronista pone en ellas.
Si bien no guarda relación ni es requisito, cabría mencionar que El Despertar del Alma es un buen preámbulo a lo que después serían sus crónicas parisinas.
La edición de Editorial Cultura viene acompañada de un prólogo escrito por Ronald Flores, quien hace un análisis muy técnico/profesional del libro, al nivel que el crítico suele manejar, que, rico en contenido como acostumbra, quizá solo sean dos páginas que están de más para la mayoría.
“Pero, en el fondo, si no he podido ser constante al amar a una mujer, lo he sido al amar el amor sobre todas las cosas y al “prestarle completa obediencia…”
Enrique Gómez Carrillo, el escritor guatemalteco que constantemente nos dejó ver cómo veía, apreciaba y valoraba la vida… y cómo se veía a sí mismo ante ella.
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El despertar del alma: Treinta años de mi vida
Enrique Gómez Carrillo
Editorial Cultura, 2003.
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Pintura de la Ciudad de Guatemala en 1870 por Augusto De Succa.[/afterwords]