He discutido con su autor los pormenores de su trama, la he releído;
no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de
perfecta.
Así concluye Jorge Luis Borges el prólogo de La invención de Morel libro escrito por su amigo y compatriota Adolfo Bioy Casares.
Esta obra perfectamente escrita arrastra al lector a cuestionarse sobre algunas relaciones de la vida humana: el amor, la muerte, la soledad, la inmortalidad.
Importante: La siguiente reseña revela partes importantes de la trama del libro.
El autor nos lleva a un viaje por una isla desconocida a la que un fugitivo llega huyendo de la justicia, mientras permanece en ella, este hombre – de quien no sabemos el nombre – la recorre y descubre instalaciones que han sido abandonadas: un museo, una iglesia, una mansión y una máquina de la que desconoce su uso. Consigue una pluma y un papel e inicia un diario que amablemente comparte con el lector.
De un momento a otro, el hombre que ha estado concentrado en sobrevivir en este ambiente hostil se percata que no está solo, en lo alto de una montaña divisa a un grupo de turistas que parecen vacacionar y que han aparecido de la nada. Intrigado por estos visitantes los espía, mientras lo hace posa su atención en Faustine, una hermosa mujer rubia que se encuentra dentro del grupo.
Mira los atardeceres todas las tardes; yo, escondido estoy mirándola. Ayer, hoy de nuevo, descubrí que mis noches y días esperan esa hora.
Después del algún tiempo de observarla se descubre así mismo enamorado de ella e impulsado por este sentimiento decide presentarse y confesarle su amor, no se imagina la sorpresa que lo espera: la mujer no lo percibe, no lo ve, no lo escucha.
No fue como si no me hubiera oído, como si no me hubiera visto, fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no sirvieran para ver.
¿Es que acaso él es invisible? ¿Es un fantasma? ¿Esta muerto? Devastado por no poder hablar ni ser visto por la mujer ni por Morel, otro miembro del grupo que evidentemente está enamorado de Faustine, decide investigar más sobre este extraño grupo de personas. Descubre así que sus acciones se repiten como un ritual, que hay días en que aparecen y desaparecen y así también entiende el propósito de la máquina: replicar imágenes exactas como si fuera una fotografía en movimiento.
Adolfo Bioy Casares trata el tema de la inmortalidad pero no la del cuerpo físico sino la de la conciencia, la del espíritu. Las personas que han sido grabadas por la máquina construida por Morel mueren físicamente, sin embargo, su espíritu se conserva a través de la imagen.
Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo, sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia.
Al comprender cómo funciona esta máquina y aceptar que la mujer que ama se encuentra físicamente muerta, decide unirse con ella en la eternidad haciendo su espíritu inmortal a través de la máquina, que nos lleva a otro tema en esta historia: el amor, la manera tan tierna en la que él se enamora de esta mujer le da fuerza, le da vida, encuentra en ella la voluntad para continuar viviendo más allá de la muerte. La vida terrenal pasa a un segundo plano, tanto para él como para Morel; el inventor encontró en la muerte la única manera de estar con la mujer que ama, al igual que el fugitivo.
Ya no estoy muerto: estoy enamorado
Y es que a veces no entendemos a los suicidas, es tanto el amor que se puede sentir por alguien para decidir con la propia voluntad quitarse la vida ¿o es el miedo a la soledad lo que impulsa a tomar esta decisión?
La invención de Morel es un libro fantástico, tierno y trágico a la vez que lleva al lector a vivir con el protagonista sus frustraciones, tristezas y deseos por aquello que desea con todo el alma: vivir con la persona que ama por el resto de la eternidad y que a su manera lo consigue.
—
La invención de Morel,
Adolfo Bioy Casares, 1940.