Cortesías y líneas

Si me permites hacerte una invitación déjame invitarte a no quedarte en la orilla.

Los primeros días de diciembre, invariablemente, la pregunta llega: “¿Qué vas a querer de regalo?” –Por alguna razón que desconozco él es aún de esas extrañas personas que creen que los regalos se dan para agradar al otro–. Este año, tratando de obtenerle un poco de emoción, más allá de sorprenderme con los juegos pirotécnicos que se estrenarían para la época, le dije que esperaba un libro, pero que no le diría cuál quería. Llegada cierta edad todos necesitamos un poco de suspenso y a mí me venía bien la pequeña cuota. No muy convencido, aceptó.

Los compromisos y la falta de tiempo –esa que todos tenemos o inventamos– hicieron que mi regalo fuera entregado hasta el 4 de enero. El libro de Lev Tolstói, “Contra aquellos que nos gobiernan”, resultó una agradable sorpresa. Tolstói ha sido ese escritor que siempre dejo para después acusando, como todos y como siempre, falta de tiempo, pero más creo que obedece a que mi escritor ruso por excelencia, hasta ahora, es Dostoyevski y no querría destronarlo –Es eso o voy perfeccionando mi arte para encontrar excusas ¡Quién sabe!

El 11 de enero, solo 7 días después de recibirlo, me preguntó qué tal estaba el libro. A mí se me dibujó un rostro de ternura, como cuando un niño te pregunta cuáles son las galletas que prefiere Santa, por el que hubiera pagado por contemplar. Él, que sabe de mi afición por los libros, no consideró que tengo media biblioteca de libros haciendo fila y reclamando por ser leídos y que, como todo buen aficionado, sigo coleccionando títulos que salen de listados “top”, de videos de lectores, de blogs, chats y foros o de una charla casual, más los que iré adquiriendo en algún paseo cualquiera, en donde se me ocurra, con el mal tino que tenemos los lectores, entrar a una librería.

Confieso que en el momento me sentí mal, hubiese querido decirle que el texto estaba muy bueno o que al menos lo había empezado, como una cortesía a la rara deferencia (casi nadie me regala libros so pena de no saber si “ya lo tengo”) que tuvo conmigo. Pero me quedé meditando en que leer por presión social, cualquiera que sea, no es buena idea, tras lo que dejé escrito algunas líneas parecidas a éstas:

“La lectura es este hermoso e inmenso lago de agua cristalina que se presenta frente a ti, a veces calmo y a veces tormentoso, en donde uno se sumerge por el placer de estar dentro y formar parte de él. En él nadas al ritmo que quieres, sostienes la respiración tanto como desees y portas contigo la desnudez –porque se nada en soledad– con la que te sientas cómodo en sus aguas, cosa de quitarte de encima todo aquello que te estorbe.

El único requisito es que debes nadar. Se nada porque de lo contrario eres de los que se queda en la orilla solo a contemplar y corres el riesgo de convertirte en uno de aquellos que llega incluso a opinar, sin vivir la experiencia.”

Summer holidays by Anne(anfaenger)

Luego, en un segundo momento de meditación, pensé que lo que se me ocurrió en la primera meditada debió ser mejor, pero no voy a mentirles, eso fue todo lo que mi momento de lucidez produjo.

Lo cierto es que agradeceré por siempre todo regalo, toda recomendación y toda lista de títulos publicada. Pero a la literatura se va sin prisas y sin presiones, se va libre y se nada libre dentro de ella.

Saludos

[afterwords]Imagen por Anne (anfaenger01) bajo licencia Creative Commons By[/afterwords]


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