Que trata de la condicion y como la eleccion de nombre de los dedicados y desvelados Lectores Chapines

En una librería o cafetería de la capital de Guatemala, de cuyo nombre no debo acordarme, no mucho tiempo ha, que se reunían un grupo de lectores, de los de libro bajo el brazo, largas lecturas sanitarias y pasión por las letras ajenas. Ha de saberse que los dispositivos electrónicos para la lectura, la comunicación y la diversión consumían gran parte de su hacienda. La edad de nuestros lectores iba desde la eterna inmadurez de uno, pasando por la eterna juventud de otra hasta la insondable edad de un xxx.

Es pues de saber que estos imberbes acumuladores de libros, en papel y digitales, los ratos que estaban ociosos, que eran muchos por las horas que le robaban al sueño, se daban a leer libros, casi siempre novelas , con mucha afición y gusto  y quién sabe si abandonan sus tareas cotidianas para satisfacer tal necesidad. Nadie sabe si, para adquirir sus añorados textos, han debido vender algún otro bien, si han sacrificado un espacio en la maleta al volver de viaje o simplemente han dicho no a la última bebida de la noche. Leían los versos tanto de Lope de Vega, como de Quevedo con empecinamiento, tratando de hallarle razón a la sin razón que los poetas buscan y no encuentran.

Cuenta la leyenda que hubo una oportunidad que se enfrascaron tanto en la lectura, que pasaban leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se les secó el cerebro y creyeron también ellos ser capaces de poder escribir. Llenaronse de fantasías con todo aquello que lograban los grandes escritores que frecuentaban y se animaron a la aventura de intentar narrar.

Soñaban con leyendas, se perdieron en las carreteras de la imaginación, hasta creyeron que se podían corregir unos a otros para mejorar sus modestos textos. Eligieron un nombre para su aventura y después de ocho días dedicados a pensar, porque no era posible que unos famosos escritores no cuidasen los detalles desde el principio, formaron, borraron y quitaron, añadieron, deshicieron y tornaron a hacer en su memoria e imaginación, al fin les vino a llamar “El viaje del escritor”, nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo.

Puesto nombre, y tan a su gusto, a su aventura,  a su delirio más intenso, quisieron ponerse a sí mismos nombre también, y en este pensamiento duraron otros quince días y al cabo vinieron a llamarse “Lectores”. Pero acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse “Amadís” a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó “Amadís de Gaula”, así quisieron añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse “Lectores Chapines”, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraban con tomar el sobrenombre de ella.


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