Ayer la vi. Podría decir que fue el destino el que nos llevó a estar en ese frío lugar, bajo las estrellas, sintiendo el viento correr alrededor de nosotros dos. Aunque no estábamos solos era como si fuéramos los únicos allí. Pude sentir su respiración y me arrancó más de un suspiro. No sé cuánto tiempo estuvimos así, fueron más de cinco minutos y menos de una hora. Fue el tiempo necesario para sentirnos conectados emocionalmente. Un beso, no hubo ninguno. Esa ambigua caricia podría haber despertado la lujuria y arruinar un momento como ese hubiera sido un acto despreciable. Ahora tendré ese recuerdo conmigo hasta el final de mis días de lucidez.
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Cuento corto por Wellington Nelson, estudiante de derecho y letras.