El libro en busca del sentido

“El buen lector, es aquel, que al terminar un libro es capaz de escribir una página más.” –Anónimo

A través de esta frase comienzo con un viaje extraordinario sobre una serie de libros o más bien “musas” de papel. Que históricamente disfrutan del impacto, en ser partícipes de huellas de desproporcionadas magnitudes y superan los propósitos lúdicos que usualmente se les asigna.

En cada una de las publicaciones despojaré a las liderezas y líderes, de distintas áreas del ámbito público guatemalteco, sus rasgos característicos que forjaron en torno a un libro y recopilaré líneas de inspiración que los y las hizo ser lo que son hoy en día.

Cómo siempre existen escépticos en cuanto a la influencia de un libro en la vida de una persona e incluso una sociedad, pero bien pueden echar un vistazo a la Biblia o El Origen de las Especies de Charles Darwin para percatarse de que no todos tienen ese aire pomposamente superficial.

Es una cierta literatura que puede entenderse como aquella que inspira. Ésa que trasciende los muros hechos de papel y se plasma en el día a día de un humano e incluso escala a hasta la sociedad. Una que otra guerra, el odio, la envidia y el poder basados en frases geniales e inocentes que duermen entre líneas de una historia escrita. También el amor, la inspiración, la bondad y cosas consideradas como buenas.

Señalo las palabras de Jesús Martín Barbero para sustentar que “la lectura es un modo de comunicación social” hago énfasis en lo “social” para determinar el cómo una lectura tiene esa potencia capaz de formar o deformar una personalidad, el gusto, la forma de tomar decisiones y la manera de penetrar en “el otro”. Leer “no es ese acto personal” dice Barbero, cuando se está leyendo se está entendiendo de manera personal al “otro”, al escritor. Y a través del escrito y sus ojos se entiende al “otro” que vive en nuestro entorno e incluso más lejos en el tiempo y espacio.

Otra duda que se puede resolver durante este viaje es ¿Para qué sirve leer? En especial cuando la lectura se encuentra tan fragmentada en más allá de vanguardias y géneros, más allá de la separación entre escuela y biblioteca personal, sino que en ideologías y redes de poder. La lectura nos traslada de la impotencia a la acción, de la estática a la dinámica y de la simple escritura personal a la realidad social. Cuando las palabras son difíciles de construir y no transfieren el sentimiento correctamente, el derecho u obligación necesaria para vivir en orden e incluso para entender y detener injusticia, los libros sirven para cumplirlo. Entre las y los invitados probablemente no se encuentren recetas pero si nociones del sentido de leer.

Bajo ese sentido de leer le damos significado a unos libros más que otros. Todos tenemos un libro que nos gusta, ese libro que leemos, releemos e incluso sugerimos a otros lectores con descripciones llenas de éxtasis y agitación. Es recomendable porque nos fue tan fuerte el vínculo que queda con ese fragmento exquisito que está fresco en las situaciones de la vida cotidiana. La adicción se convierte más que nos apropiamos de las líneas que alguien dijo y las volvemos una filosofía de vida. Otras líneas quedan sólo en el olvido… pero las que nos marcaron… esas debemos trasmitirlas.

No deseo dar palabras de cierre, más bien lanzo la siguiente frase para inaugurar la columna: “El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma” – Marcel Prévost


Publicado

en

por

Etiquetas: