Leí un artículo que titula: “La gloria de España la marcan los cocineros y los futbolistas”. Según el mismo, esa frase fue pronunciada por un famoso sociólogo y periodista —cuyo nombre lamentablemente no mencionan—, de la cual sale un interesante y corto texto, que en su afán de calar en las conciencias de sus lectores llega a la exageración. En él se acusa de patéticas las discusiones por tratar de establecer consenso porque tal o cual jugador es el mejor —lo cual tiene sentido cuando la tal va más allá de apreciación y diversión—. Y también advierten de patético lanzar un tuit en donde se muestre simpatía por algún club deportivo —comentario con el que se cumple aquello de “Más papista que el papa” —. Para luego olvidar por completo la referencia a los cocineros que, asumo, han de destacar por su buena labor.
Tomas de Iriarte, destacado poeta de la época de la ilustración, fue autor de varias fábulas —género que tan poco se voltea a ver ahora… percibo—, de entre las cuales me permito compartirles una llamada: El asno y su amo.
«Siempre acostumbra hacer el vulgo necio
de lo bueno y lo malo igual aprecio;
yo le doy lo peor, que es lo que alaba».
De este modo sus yerros disculpaba
un escritor de farsas indecentes;
y un taimado poeta que lo oía,
le respondió en los términos siguientes:
«Al humilde jumento
su dueño daba paja, y le decía:
‘Toma, pues que con eso estás contento’.
Díjolo tantas veces, que ya un día
se enfadó el asno, y replicó: ‘Yo tomo
lo que me quieres dar; pero, hombre injusto,
¿piensas que sólo de la paja gusto?
Dame grano, y verás si me lo como’».Sepa quien para el público trabaja,
que tal vez a la plebe culpa en vano,
pues si, en dándola paja, come paja,
siempre que la dan grano, come grano.
No podría estar más en desacuerdo con tan exquisita pieza. Mensaje tan claro acusa culpa sobre quien alimenta y excusa perfecta a quien solo recibe. El asno debería buscar alternativas y no solo esperar lo que por gracia alguien decide darle.
No tiene culpa el futbolista quien, dicho sea de paso, hace su esfuerzo por destacar entre un mercado tan competitivo —so pena de hacerse de millones de dólares o, como miles, conformarse con lo poco que les toca—. La tiene quien consume tal producto de forma desmedida. Y es que quizá sea difícil de visualizar, pero una simpatía no es fanatismo; ni entretenimiento es igual a desperdicio de tiempo; ni comprar cosas es necesariamente consumismo.
La fábula de Tomas de Iriarte por supuesto tiene moraleja, tal cual debe ser:
“Quien escribe para el público, y no escribe bien, no debe fundar su disculpa en el mal gusto del vulgo.”
El poeta criticaba al creador por ofrecer producto sin valor; por conformarse con dar lo que le aceptaban. Y si bien tiene razón en promoverle a la excelencia e invitarle a dejar la mediocridad a un lado. Yo, en lugar de hacer la invitación al escritor, invitaría a los lectores a dejar de lado a los autores mediocres y a buscar entre los creadores, a los hacedores de excelencia.
Uno de los eternos debates entre lectores será si es suficiente con leer cualquier cosa o si hay que procurar la búsqueda de textos de nivel. Si es suficiente leer como entretenimiento o debería hacerse para crecimiento.
Fue en Roma donde la “técnica” de Pan y Circo fue adoptada para embolsar los votos de los pobres o ganar poder político, la que consistía en regalar pan o trigo (o lo daban muy barato) y representaciones circenses. ¿Quién podría criticar a un pobre que recibe gratis? ¿Quién en tal circunstancia no extendería la mano para recibir?
El serio problema ocurre cuando alguien se rinde y acepta para sí que pan y circo es todo lo que necesita para vivir.
Después de todo hay que tener presente que no es cierto aquello de que: “cuando quieres algo, todo el Universo conspira para que realices tu deseo”, aunque suene bonito y aunque se diga cinco veces en un mismo libro.
Saludos
PS. Más de Tomas de Iriarte puede leerse y escucharse en éste sitio.
Les dejo el audio de El asno y su amo.
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