Engler García me regaló su libro: Postales. Salté de felicidad, los libros son siempre bienvenidos, pero más cuando te los brinda su autor.
Postales: un suspiro por los libros impresos
Recuerdo que conocí a Engler por un gusto en común: la lectura. Un hombre de mirada seria. Crítico, como muchos. Pero sorprende como pocos, porque él no confunde la verdad, ni se somete al dogma, para continuar y proponer.
Se considera ciclista urbano, desertor de la carrera universitaria por un arranque de frustración, para continuar por el camino de la vida como escritor. Completa su quehacer de las letras e impulsa el amor por la lectura dentro de la Comunidad de Lectores.
Podría alardear de lo mágico y excepcional que es su libro Postales, pero no es mi estilo. Preferí consultarle si respondía unas cuantas preguntas para Lectores y despertarles la inquietud por conocer más de su pensamiento en torno a lo que nos gusta: leer. Tomé fragmentos del libro que se relacionan con este quehacer esencial de nuestro mundo diario para ver de qué manera respondía:
Lectores: Empezamos con la tradicional pregunta: ¿Qué te motivó a trasladar parte de Confines a papel en una era digital?
Engler: Esa motivación tiene nombres y apellidos: Vania Vargas y Julio Prado. Ellos son claves para que Postales diera esa especie de paso “invertido” que sugiere la pregunta. Prado siempre me alentó y Vania se encargó de presentar mis textos en la Editorial Cultura. Ella trabaja ahí. En algún lugar escuché o leí que las editoriales en Guatemala son una curaduría literaria casi única. Yo lo comparto. Los libros impresos son vitales como mecanismo de registro. Acaso las llamas o una máquina demoledora pueda con ellos. Son una cuestión de permanencia. Por otro lado, a mí no me atrapa del todo la “era digital”. Seré de los que ya de viejos -yo ya empecé- , suspiremos por los libros impresos. Para mí son una especie de tótem.
Lectores: En Tópicos encontramos el sentimiento, de ciertos años, expuesto en dos objetos: “Entonces aquellos años eran de papel y lapicero. De desahogo puro.” ¿Ahora de qué son?
Engler: Siguen siendo de desahogo, por supuesto. Eso sigue y seguirá presente. No sé si exista otra razón primaria para escribir. O por lo menos, así entiendo yo la literatura. Uno desahoga o sus emociones o todas esas ficciones que rondan la imaginación. Simplemente creo que ahora es una etapa diferente. Me explico: cuando empecé a publicar estos textos en mi blog, la idea era tener un lugar de respaldo, de almacenamiento. Acababan de asaltar mi casa y se llevaron mi computadora y con ella muchos textos. Ahora creo que fue algo bueno. Entonces, en busca de ese respaldo, apareció blogger y con ello la posibilidad de otros lectores. “Si alguien se va a tomar la molestia de leer mis desahogos, que por lo menos sienta que no perdió su tiempo y que si piensa que no vale la pena, por lo menos que diga: esto está bien escrito” Por ahí fue mi razonamiento. Entonces eso ya cambia la perspectiva con la que se aborda un texto, más no con su origen. A eso me refiero.
Lectores: Nos mantenemos en Tópicos. Allí terminas con algo bastante chocante para nosotros los románticos de las letras: “Leer ciertamente no salva a nadie de nada ni hace mejores personas”. ¿Entonces qué?
Engler: Entretiene. Lo que pasa es que como escribo desde el desahogo, en ese momento necesitaba decir eso. Siempre he pensado que leer es una especie de angustia permanente. Siempre estamos buscando la piedra filosofal, una tabla salvadora o algo por el estilo. Y muy pocas veces eso se encuentra. Si así fuera, en ese momento dejaríamos de leer. El personaje de la historia espera a alguien que regresa triunfal, alguien que antes de irse piensa que es un gran fracaso. Y lo piensa porque lee y escribe. He sentido eso. Además, en términos remunerativos, por llamarlo de alguna manera, leer no te da absolutamente nada. Sí que te da cosas que aprecias a nivel interior. Pero poco más. También creo que hay una equivocada percepción moralista del acto de leer y es eso de “ser mejor persona” Eso no es tan así. Hay casos de casos. Sí es seguro que dicha afirmación es demasiado emotiva. En mi defensa diré que fue por “desahogo” del personaje.
Lectores: Cada lector es un mundo, relativamente autónomo sobre lo que quiera interpretar. Pero con Postales cuando terminas con “Sigo con la certeza de que en esta ciudad siempre habrá alguien tratando de derribar un muro”. ¿Qué muros puedes nombrar que siempre se están tratando de derribar en esta ciudad?
Engler: Tal vez el muro más duro en esta ciudad sea el de la indiferencia. Sobre ese muro están avasallados muchos de nuestros miedos, y lo que es peor, muchas de nuestras posibilidades. Volviendo a la pregunta, creo que todos los muros que podemos nombrar lo podemos hacer porque alguien levanta polvo tratando de derribarlos. Muy al margen, pero hay verdaderos quijotes. Aunque no es en esta ciudad, pienso en el proyecto de Los Patojos, en los grupos de ciclistas urbanos, de lectores, por nombrar algunos muy obvios. Podemos hacer el ejercicio de nombrar muros y encontraremos polvo, ese que queda luego de necios martillazos. Grupos de mujeres, la resistencia al olvido histórico, etc. En todo caso, el reto es persistir, ese es otro muro gigantesco. En el plano personal, creo que la búsqueda y la consecución de la felicidad es un muro contra el que todos en esta ciudad, siempre estamos batallando. En todo caso, yo pregunto: ¿es suficiente?
Lectores: Cualquier día es algo que nos pasa seguido por la mente: “Debo dejar de pensar en literatura, libros e intentos de escribir algo decente. Tengo que lavarme los dientes, planchar mi camisa blanca e ir a trabajar.” ¿Cuándo sí te permites pensar sobre literatura?
Engler: Todo el tiempo que pueda. Otra cosa es que apenas tenga tiempo libre y el resto se me vaya en cotidianidades típicas del sistema. Debo. En términos creativos, siempre estoy pensando si todo lo que veo y siento puede ser contado y cómo debería contarlo. Trato de leer y no perder el contacto “con la literatura” Otra cosa es que a veces me gane un episodio de alguna serie en la televisión. En todo caso, aunque la ignoremos, la literatura no nos abandona. Solo hace falta que estemos un poquito atentos, le guiñemos el ojo, y sigamos planchando la camisa.
Lectores: La tarde de un día duro exige un Soundtrack, en especial cuando el protagonista está en medio de un puente. ¿Qué canciones le incluirías?
Engler: Después de lo que pasa en todo el día el protagonista, no se me ocurre otra cosa más que un disco completo de música góspel. Sin duda. Pero soy malo con las canciones y no se me ocurren muchas como para tratar de ser “original”.
Lectores: ¿Y para Mariachi?
Engler: Pues a la Terminal solo le pueden quedar canciones de los Tigres o de los Ángeles Azules. No hay lugar más predecible en el país que ese y que ese tipo de música. Pero de nuevo, la música no es mi fuerte.
Lectores: Cerramos con el alma de Postales para pasarnos a lo “filosófico”. Existe un dilema; de si el escritor debe tomar posición frente a los problemas contemporáneos o atender a su mundo interior. ¿Crees en el dilema o es posible atender a ambos?
Engler: Creo que el escritor debe atenderse así mismo. La fidelidad para con uno mismo es vital. La tentación de la complacencia y de la autocomplacencia es enorme. Pero esta fidelidad para con uno mismo no significa tener un único punto de vista y volverlo dogma. Así que seguramente habrá muchas respuestas para esas preguntas y casi siempre, contradictorias. Tampoco creo que ambas cosas sean excluyentes. A veces corren de forma paralela, a veces se cruzan, muchas otras se ignoran, se complementan. También creo que el ser escritor es un estadio del ser humano. Y el ser humano es persona y eso lo hace ciudadano, que también es otro estadio. En resumen, si podemos concluir que el ser humano es complejo, ¿por qué el escritor debiera ser simple, plano y dual?
Lectores: Una pregunta bastante incómoda: ¿Qué libro leías durante la concepción de Postales?
Engler: Los textos que conforman Postales los escribí a lo largo de muchos años. No recuerdo exactamente cuántos pero creo que fueron alrededor de cinco. Hay un par de textos mucho más antiguos que eso. El libro como tal se conceptualizó en mucho menos. Siempre me mantengo leyendo, así que no fue un libro, debieron ser varios. No llevo una bitácora al respecto pero sí puedo señalar uno de los que leí en esa época: “Pregúntale al polvo” de John Fante.
Lectores: Por último, Sartre propuso tres preguntas: ¿Qué es escribir?, ¿Por qué escribir? y ¿Para quién se escribe?. ¿Qué le respondes?
Engler: Escribir es una herramienta de comunicación. Eso debería bastarle a Sartre. Pero sospecho que no, ni nada de lo que yo pudiera responderle. En todo caso, partiendo de esa idea, escribo para liberarme de ciertas cosas y fantasmas. Es decir, escribo para mí. Pero la idea de que a alguien en algún lugar pueda leerlo e importarle siempre me persigue, y sí, me anima a seguir. Es decir, escribo como una especie de acto de fe. Fallido, por supuesto. Absurdo por supuesto. O al menos a mí me lo parece. Aunque debo matizar que lo de “acto fallido” es un poco a medias. Escribir, y a pesar de que Postales diga lo contrario, algo de alivio me ha dejado. Y sí, mi ego también se ha beneficiado.
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Puedes continuar conociendo a Engler García en su blog en Plaza Pública o Twitter [tuitero]@englergt[/tuitero]